El melasma es hipermelanosis adquirida de carácter crónico. Se trata de un paño recurrente y simétrico en áreas expuestas al sol, pueden ser de colores marrones o en ocasiones grises. Es más probable presentar esta afección entre mujeres embarazadas, siendo un 14.5 y 56% o por la toma de anticonceptivos orales, representando un 11.3 a 46%.
Además de estos factores de riesgo también podemos encontrar que puede ser una fisiopatología heredada por exposición solar, procesos hormonales o inflamatorios, factores dérmicos o manifestaciones clínicas. Para esto se recomienda realizar en primera instancia un diagnóstico, clinimetría, tratamiento tópico (para disminuir el melasma hasta eliminarlo), tratamiento sistémico y procedimientos de quimioexfoliación superficial y media.
Aunque conocemos estos factores para el inicio del melasma, sin duda el más importante es la exposición a los rayos ultravioleta, pues la relación con la piel es mucho más directa y estrecha que con los anticonceptivos o factores hereditarios u hormonales.
Uno de los mitos que se han creado alrededor del melasma es que también resulta de trastornos hepáticos o renales, y esto es totalmente falso, pues no se ha comprobado que haya una relación entre estos y las afecciones cutáneas. Aunque, claro, también se resalta que el melasma es un cambio fisiológico que ocurre también durante el embarazo y si previamente al embarazo existe este tipo de problemas, sí se verá incrementado el melasma.
Esto además sugiere que el mayor porcentaje de casos de mujeres que acuden a un centro dermatológico es el de mujeres que padecen esta afección cutánea, por lo que se convierte en un problema a gran escala. Lo más recomendable previo a la aparición de estas manchas por cualquier motivo es cuidar la piel con protector solar con un alto factor de protección, de modo que cuide las fibras de la piel y se eviten los tipos de melasma: melasma dérmico, epidérmico y mixto.